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Las vacunas actualmente comercializadas se ajustan a los estándares de calidad, eficacia y seguridad, y gran parte de los recursos de I+D de los laboratorios farmacéuticos que se dedican al desarrollo de especialidades biológicas, se dirige hacia la producción y al estudio de vacunas cada vez más eficaces y seguras para la prevención y protección frente a enfermedades infecciosas (Burgio). 

Cuando aplicamos un biológico nuestro objetivo es estimular el sistema inmune para generar una memoria inmunológica humoral y celular, “una consecuencia predecible, pero irónica, del éxito general de la vacunación en medicina humana y veterinaria son las reacciones adversas” (Ellis, 2018). 

Estas se definen como cualquier efecto secundario o consecuencia involuntaria (incluyendo falta de protección) asociado a la administración de la vacuna e puede incluir cualquier daño, toxicidad o reacción de hipersensibilidad asociada con la misma (Day M. , 2007). “Esencialmente, sin algún nivel de inflamación en la respuesta a una vacuna, la memoria no se establece de manera efectiva… algunos de los mismos mediadores solubles, las citocinas proinflamatorias como IL-1 e IL-6, son un puente necesario entre la inmunidad innata y la adaptativa (Ellis, 2018). Estas citocinas proinflamatorias estimulan entre otros eventos, la respuesta de fase aguda en el hígado que provocará de modo sistémico fiebre, anorexia transitoria y somnolencia (Martínez-Subiela, Técles, & Parra, 2001), eventos leves y de corta duración y relativamente esperados por lo que sería recomendable informar al dueño que pueden ocurrir en su mascota.

Adicionalmente, otro riesgo potencial de la vacunación son las reacciones de hipersensibilidad, asociadas a proteínas presentes en las vacunas, pero rara vez estas proteínas provienen del inmunógeno objetivo (virus o bacteria), sino son parte de los excipientes; si el virus se cultiva en células de mamíferos, los antígenos no objetivos más comunes son proteínas del suero bovino, debido al uso de suero bovino fetal en el crecimiento celular. También las proteínas que se desprenden de las células utilizadas para hacer crecer el virus son otra fuente de antígeno. Además, los estabilizadores como la gelatina puede convertirse en menor proporción, en el objetivo de una respuesta inmune no deseada (Gershwin, 2018). 

Algunos laboratorios implementamos procesos de purificación para disminuir la cantidad de este tipo de proteínas, pero hoy en día es imposible que los antígenos virales estén completamente purificados. 

“Para la mayoría de los pacientes, esto no es un problema. Incluso si se produce una pequeña cantidad de IgG contra las proteínas del suero bovino fetal, por lo general es inofensivo. Sin embargo, en la población de pacientes con atopia (aquellos que fácilmente producen respuestas IgE y son a menudo alérgicas) son un problema potencial” (Gershwin, 2018). 

Entonces, el desarrollo de una reacción adversa a menudo depende de la genética del animal (por ejemplo, perros de razas pequeñas o familias de perros) (Moore GE, 2005) y aunque existen pocos datos publicados se sabe que las reacciones son muy bajas. Un análisis amplio en 360 hospitales de Estados Unidos registró reacciones adversas (de cualquier tipo, incluyendo reacciones muy leves) dentro de los primeros 3 días después de la vacunación en 38 de 10,000 perros vacunados (Moore GE, 2005)

Las reacciones de hipersensibilidad que se pueden presentar en las mascotas susceptibles genéticamente (atópicas) son principalmente hipersensibilidad tipo I y tipo III. (Gershwin, 2018) Todas las reacciones de hipersensibilidad requieren de invariablemente de un primer evento de sensibilización. 

La hipersensibilidad tipo I, mediada por IgE, células cebadas, histamina y leucotrienos los cuales provocará respuestas vasoactivas, aumento de la permeabilidad de las vénulas e incluso contracción del músculo liso, lo cual clínicamente se reflejará en hinchazón y urticaria faciales en un lapso de entre 15 a 30 minutos pos aplicación del biológico, hasta anafilaxia sistémica que ocurre generalmente después de uno o más de tales episodios de respuestas a la vacuna (Gershwin, 2018). Razón por la cual es muy importante tener en cuenta cuando este tipo de eventos haya ocurrido para tomar las decisiones adecuadas acerca de las estrategias de vacunación a seguir, que puede ir desde hacer una prueba serológica para determinar cuando es necesario revacunar, hasta la aplicación de antihistamínicos y corticoesteroides hasta 30 minutos antes de la vacunación y la observación durante 24 hrs. La decisión de cambio de marca puede no siempre tener éxito ya que se sabe que las reacciones de hipersensibilidad se relacionan con los excipientes de la vacuna que son comunes a muchos productos diferentes (Day, Horzinek, Schultz, & y Squires, 2016). 

El otro tipo de hipersensibilidad que puede presentarse aún con menor frecuencia que la anterior es una reacción de Arthus, dependiente de complejos inmunes, la cual ocurre dentro de 24 horas después de que se administre la vacuna y se localiza en el sitio de la inyección. El área se vuelve hinchada y dolorosa, resultado de la formación de complejos inmunes, la activación del complemento y la salida de histamina, se presenta vasculitis con infiltración de neutrófilos e inclusive hemorragia local. Estas respuestas ocurren porque hay IgG circulante, específica para antígenos objetivo (vacunales) o no objetivo (excipiente) el cuál reacciona ante una nueva vacunación. La lesión suele resolverse en 2-3 días, pero no será recomendable una nueva vacunación (Gershwin, 2018). Esta lesión deberá diferenciarse de aquellas ocasionadas por el adyuvante. 

Conclusión 

En la actualidad se acepta que las vacunas que utilizamos son muy seguras, con una muy baja incidencia de efectos secundarios. Los beneficios de la protección contra las enfermedades infecciosas graves son muy superiores a los riesgos de desarrollar una reacción adversa (Day M. , 2007). Sin embargo, la propia naturaleza de los biológicos es estimular al sistema inmune por lo que aunque sean leves y transitorias las molestias, estar conscientes de ellas nos permite estar preparados técnicamente ante cualquier eventualidad y sobre todo para poder comunicarle al dueño de los posibles riesgos, como cualquier procedimiento médico. Así mismo tener en cuenta los procesos inmunológicos implicados en la vacunación, nos dará la oportunidad de hacer las modificaciones adecuadas en nuestros esquemas de vacunación para estos pacientes individuales según sea necesario. 
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Bibliografía

  1. Burgio, F. (s.f.). Dossier Técnico. Nobivac. 

  2. Day, M. (Septiembre de 2007). Guidelines for the vaccinations of dogs and cats. Journal of Small Animal Practice, 48. 

  3. Day, M., Horzinek, M., Schultz, R., & y Squires, R. (enero de 2016). Directrices para la Vacunación de Perros y Gatos. Journal of Small Animal Practice, 57. 

  4. Ellis, J. A. (2018). Another Look at the “Dismal Science” and Jenner’s Experiment. Vet Clin Small Anim, 243-255. 

  5. Gershwin, L. (2018). Adverse Reactions to Vaccination From Anaphylaxis to Autoimmunity. Vet Clin Small Anim 48, 279-290. 

  6. Martínez-Subiela, S., Técles, F., & Parra, M. (2001). Proteínas de Fase Aguda: Conceptos Básicos y Principales Aplicaciones Clínicas en Medicina Veterinaria. AN. VET. (MURCIA), 97-114. 

  7. Moore GE, G. L. (1 de octubre de 2005). Adverse events diagnosed within three days of vaccine administration in dogs. JAVMA, 227(7). 

Entendiendo las reacciones 

adversas

PALABRAS CLAVE >   vacunas > inmunidad > citocinas > cachorros > 

MVZ EDV Alejandro Sánchez Pacheco

Gerente Técnico. Animales de Compañía. MSD

alejandro.sanchez@merck.com

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Introducción

El empleo de las vacunas en la práctica diaria veterinaria ha ido evolucionando en las últimas décadas desde una aventura experimental hasta llegar a convertirse en una práctica rutinaria muy segura (Burgio).

 

El uso de vacunas eficaces ha sido responsable del control y de la erradicación de numerosas enfermedades infecciosas “ya que no solo protege al animal individual sino que proporciona una óptima “inmunidad colectiva” que minimiza la probabilidad de brotes de enfermedades infecciosas” (Day, Horzinek, Schultz, & y Squires, 2016).

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